¡Mañana!

«Centinela, ¿Cuánto queda de la noche? »

«¡Ya viene LA MAÑANA!» (Isaias 21,11-12).

— «La noche va pasando, el día está encima»… (Romanos 13:11).

¿Qué mañana esperamos?


La noche

«La noche está avanzada, EL DÍA se acerca. Ya es hora de despertar del sueño» (Romanos 13:11-12)…

El día se acerca. Todavía no es de día, pero casi. El día se está acercando…
 Estamos en la noche de la guerra, el odio, la persecución, el terrorismo, las mafias;
 La noche de las leyes que incentivan al pecado y la perversión;
 La noche del malgaste que arruina la creación;
 La noche de los criminales que te venden la muerte;
 La noche del poder de las tinieblas.

«Me adelanto a la aurora, pidiendo auxilio, esperando tu palabra, meditando tu promesa» (Salmo 119,147-148).

El día

El día se acerca. ¿Qué día? ¡EL DÍA DE JESUCRISTO!
 El día de la manifestación de Jesucristo (1ª Timoteo 2,8).
 El día de la aparición de Jesucristo (Tito 2,13; Lucas 17,30)
 El día de la revelación de los hijos de Dios (Romanos 8,19).
 El día de la restauración del universo (Efesios 1,9-10).
 «Estén en vela, porque no saben EL DÍA que llegará su Señor» (Mateo 24:42).

Jesucristo es la luz del mundo

El mismo Jesucristo es EL DÍA. Es a él que esperamos. Esa es nuestra esperanza, que mientras más avanza la noche, tanto más se acerca el día.
 Jesús es el día que va a despuntar, el lucero de la mañana que aparecerá en nuestros corazones (2ª Pedro 1,19);
 Jesús es el astro que brilla de mañana (Apocalipsis 22,16);
 Jesús es la lampara de la gloria de Dios (Apocalipsis 21,23);
 En su día, Jesucristo será como un relámpago que brilla hasta el extremo del mundo (Lucas 17,24);
 Jesús es la luz del mundo (Juan 8,12);
 Él es la verdad (Juan 14,6);
 «Y él mismo será la paz» (Miqueas 5,4).


 Jesús es el Esposo que esperamos en la noche (Mateo 25,6). Dice Jesús : «Si alguien me ama, el Padre lo amará, y vendremos a él, y tendremos nuestra morada en su corazón» (Juan 14,23).

Por eso, «Hacen bien en prestar atención a la palabra profética, hasta que despunte el día y salga el lucero de la mañana en sus corazones» (2ª Pedro 1,19).

Aquel día… los hijos de Dios

 Aquel día, Dios «cumplirá sus promesas» (2 Pedro 3,9);
 Aquel día, «se revelarán los hijos de Dios» (Romanos 8,19);
 Aquel día se realizará «la redención de nuestro cuerpo» (Romanos 8,23);
 No se fatigarán por nadas (Is 65,23);
 «El que no alcance los cien años Será considerado maldito» (Isaias 65,20).
 «Aquel día, yo apartaré a esos jactanciosos prepotentes que están en medio de ti, y Yo dejaré en medio de ti a un pueblo pobre y humilde, que se refugiará en el nombre del Señor» (Sofonías 3,11-12);

La creación entera anhela aquel día

 Aquel día, «la creación será liberada de la servidumbre de la corrupción para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios» (Romanos 8,21);
 Aquel día, «el lobo pacerá con el cordero» (Isaias 11,6);
 «Vendrán con gritos de alegría a la casa del Señor» (Jeremías 31,12);
 «De las espadas forjarán arados, y de las lanzas, podaderas» (Isaias 2,4);
 Aquel día, Dios cambiarán la tierra y el cielo (Hebreos 12,26-27).

¡Aquel día triunfará el Corazón Inmaculado de María!.

Y los que sobrevivan se convertirán

 Aquel día, los que destruyen la tierra serán destruidos (Apocalipsis 11,18);
 «Con su venida el Señor Jesús aniquilará al Impío, al Mentiroso, con el soplo de su boca » (2ª Tesalonicenses 2,8);
 «Satanás será encadenado» por un tiempo, para dar una tregua a la humanidad (Apocalipsis 20,2-3);
 «Los enemigos que sobrevivan, se convertirán» (Zacarias 14,16);
 Aquel día, «yo crearé nuevos cielos y nueva tierra» (Isaías 65,17);
 «Cielo nuevo y tierra nueva donde habitará la justicia» (2 Pedro 3,13);
 «Y de las cosas primeras no se acordarán, ni vendrán más a la memoria» (Isaías 65,17).
 «Y todas las naciones que has hecho se postrarán ante ti, Señor» (Salmo 86,9).

Sin Jesús, nunca habrá paz… ¡Marana tha!

Benedicto XVI nos habla de aquel día: «Ciertamente, no queremos que venga ahora el fin del mundo. Pero, por otra parte, queremos que acabe este mundo injusto. También nosotros queremos que el mundo cambie profundamente, que comience la civilización del amor, que llegue un mundo de justicia y de paz, sin violencia, sin hambre. Queremos todo esto. Pero ¿cómo podría suceder esto sin la presencia de Cristo? Sin la presencia de Cristo nunca llegará un mundo realmente justo y renovado. Y, aunque sea de otra manera, totalmente y en profundidad, podemos y debemos decir también nosotros, con gran urgencia y en las circunstancias de nuestro tiempo: ¡Ven, Señor! Ven a tu modo, del modo que tú sabes. Ven donde hay injusticia y violencia. Ven a los campos de refugiados, en tantos lugares del mundo. Ven donde domina la droga. Ven también entre los ricos que te han olvidado, que viven sólo para sí mismos. Ven donde eres desconocido. Ven a tu modo y renueva el mundo de hoy. Ven también a nuestro corazón, ven y renueva nuestra vida. Ven a nuestro corazón para que nosotros mismos podamos ser luz de Dios, presencia tuya. En este sentido oramos con san Pablo: «¡Maranà, thà!, ¡Ven, Señor Jesús!», y oramos para que Cristo esté realmente presente hoy en nuestro mundo y lo renueve.» (Audiencia del 12 de noviembre de 2008).

Consuélense mutuamente

Y Francisco, comentando lo de san Pablo: «Consuélense mutuamente con este pensamiento del regreso de Jesús» (1ª Tesalonicenses 4,18), nos pregunta: «¿Nosotros, hablamos de esto, que el Señor vendrá? O hablamos de tantas cosas? Y nuestro consuelo, ¿es esta esperanza? Consuélense mutuamente, consuélense en comunidad. En nuestras comunidades, en nuestras parroquias ¿se habla de eso, que estamos a la espera del Señor que vendrá, o se dicen chismes, para dejar pasar el tiempo y no aburrirse?» (Homilía, 1º septiembre 2015).